La medición constante del rendimiento es crucial para evaluar la efectividad de la cartera. El seguimiento de indicadores clave permite identificar áreas de mejora y tomar decisiones efectivas. El análisis de la relación entre riesgo y rentabilidad es fundamental, ya que indica cómo los beneficios se correlacionan con los riesgos asumidos.
La asignación de activos implica decidir cómo distribuir el capital entre diferentes tipos de inversiones, como acciones, bonos y efectivo. Al mezclar distintos activos, se busca reducir el riesgo. La combinación estratégica de activos de diferente naturaleza puede amortiguar el impacto de pérdidas en una clase de activos al beneficiarse de ganancias en otra.
La diversificación es una extensión de la asignación de activos, donde se busca reducir aún más el riesgo al invertir en una variedad de valores, mercados y sectores. Al diversificar, se disminuye la exposición a pérdidas en un activo en particular y se protege el capital global. Diversificar también puede aumentar el potencial de retorno al aprovechar oportunidades en diversas áreas.
El mercado financiero es dinámico y los activos cambian de valor con el tiempo. La reestructuración implica ajustar la cartera periódicamente para mantener el equilibrio. Cuando algunos activos ganan terreno y otros retroceden, la ponderación inicial de la cartera puede desviarse.
La tolerancia al riesgo es un factor esencial en la gestión de cartera. Se busca un equilibrio entre riesgo y rentabilidad que se alinee con las preferencias y objetivos del inversor. Asumir demasiado riesgo puede llevar a ganancias considerables, pero también a una pérdida significativa. La cartera óptima encuentra el punto medio entre estos extremos, considerando siempre la comodidad del inversor.